Ebrio. Esta es la palabra que resumiría la situación en la que estuve el jueves pasado, mientras departía muy agitadamente con abogados, en la celebración de la nueva junta del colegio profesional de esta rama. Creo que no sería tan extraño el resultado de la noche, si no dijera que mientras el correr de las chelas y los fayos me iban aderezando, una mujer de cabellos rulos y cuerpo protuberante y reventable me hacía una tentadora proposición.
Cómo salimos, no lo sabré nunca, pero llegamos a un hotelito de mala muerte que estaba cerca, estoy seguro que no era el único que estaba en una faena similar, ya que las divisiones de triplay que habían a mis costados temblaban acompañadas de alaridos y suspiros sonoros. Ella recordaba en voz alta a alguien que no era yo, ya que estoy seguro que mi nombre no es Ramiro, pero en fin, cuando estás encaramado en una situación tan furtiva y gustosa te puedes llamar Luis XV si eso quiere la contraparte.
Y bien, yo el nuevo “Ramiro” fui de un momento de amante a otro de confesor involuntario. Me enteré que un aborto era el tema más sensible de esa semana para ella, que yo (o sea Ramiro) aparte de ser un reverendo hijo de puta, era el único que la hacía sentir como prostituta, cosa que la excitaba más: “soy tu ramera personal”. Con los efectos del alcohol yo solo tenía en la cabeza que debía aprovechar ese instante, que después vería cómo le explicaba nuestra desnudez y el hotel y los ponchos botados.
Ya camino al último round ella me abrazó fuerte, me dio las gracias: “Miguel siempre te voy a estar agradecida”; al inicio no contesté nada, pero luego caí en que ella había estado jugando, que yo había sido un terapia, que en verdad sabía quién era, pero solo deseó sacar todo lo que tenía por ese tipo en algún lugar donde no se avergonzara, pero en especial con alguien que no la juzgue. “Espero que nos volvamos a ver”, le dije, pero ella con una voz muy sensual a la vez concreta y definitiva, me hizo entender que el teatro había terminado, y si te vi no me acuerdo.
Yo he cumplido con mi parte, y si cuento ahora esto que pasó es porque yo también quiero entrar en terapia, y olvidar que esa mujer estuvo conmigo esa noche, que Ramiro es su amante, que un miembro de la junta del colegio es su marido, que ella es profesora de una amiga mía y que por fuerza y razón la voy a ver unas diez veces más, y quizá volvamos a montar el cuento de “Ramiro”. Si eso pasa, ya se lo contaré…
Cómo salimos, no lo sabré nunca, pero llegamos a un hotelito de mala muerte que estaba cerca, estoy seguro que no era el único que estaba en una faena similar, ya que las divisiones de triplay que habían a mis costados temblaban acompañadas de alaridos y suspiros sonoros. Ella recordaba en voz alta a alguien que no era yo, ya que estoy seguro que mi nombre no es Ramiro, pero en fin, cuando estás encaramado en una situación tan furtiva y gustosa te puedes llamar Luis XV si eso quiere la contraparte.
Y bien, yo el nuevo “Ramiro” fui de un momento de amante a otro de confesor involuntario. Me enteré que un aborto era el tema más sensible de esa semana para ella, que yo (o sea Ramiro) aparte de ser un reverendo hijo de puta, era el único que la hacía sentir como prostituta, cosa que la excitaba más: “soy tu ramera personal”. Con los efectos del alcohol yo solo tenía en la cabeza que debía aprovechar ese instante, que después vería cómo le explicaba nuestra desnudez y el hotel y los ponchos botados.
Ya camino al último round ella me abrazó fuerte, me dio las gracias: “Miguel siempre te voy a estar agradecida”; al inicio no contesté nada, pero luego caí en que ella había estado jugando, que yo había sido un terapia, que en verdad sabía quién era, pero solo deseó sacar todo lo que tenía por ese tipo en algún lugar donde no se avergonzara, pero en especial con alguien que no la juzgue. “Espero que nos volvamos a ver”, le dije, pero ella con una voz muy sensual a la vez concreta y definitiva, me hizo entender que el teatro había terminado, y si te vi no me acuerdo.
Yo he cumplido con mi parte, y si cuento ahora esto que pasó es porque yo también quiero entrar en terapia, y olvidar que esa mujer estuvo conmigo esa noche, que Ramiro es su amante, que un miembro de la junta del colegio es su marido, que ella es profesora de una amiga mía y que por fuerza y razón la voy a ver unas diez veces más, y quizá volvamos a montar el cuento de “Ramiro”. Si eso pasa, ya se lo contaré…
Hey tio para variar siempre tan irreverente como siempre,pero nada supongo que esta es una nueva étapa del Catarsis anhelado,bueno tio un abrazo en la distancia.
ResponderBorrarTu único amigo creo jajajaja
provecho con tus faenas Ramiro
ResponderBorrarpense que el blog estaba mas weno, es mi humilde apreciacion
he leido lineas mas interesantes y tuyas alguna ves
pero como mencina Joshua...es solo tu momento de catarsis...en ese caso...ramiro, jose, manuel,eduardo...bla bla bla...disfrutalo!
y ofrecenos lineas mas ricas!