
El engaño, cosa tan natural en el hombre, parece ser una herramienta que con el correr de los siglos se ha ido perfeccionando en la figura de la hembra de nuestra especie, y no porque ésta sea una mentirosa, no, sino que es una conservadora nata o instintiva de nuestra especie y su mejoramiento. Para aquel que haya sido víctima de una “atroz infidelidad” por parte de su novia, esposa, trampa, calentado, amiga cariñosa con derecho a roce, etc. Pues debe saber que al contrario de lo que pensamos no fue por hacernos daño sino por evitarnos una mala procreación futura.
Hace menos de unos seis meses, mientras asimilaba mi nueva condición de alce y resolvía en qué tipo de lima habría de usar para mi nueva cornamenta, vi un documental donde expertos (los que imagino habrían sido ex cachudos o mujeres pendencieras) afirmaban que si una mujer se acostaba con otro tipo que no fuera su pareja era por ver en el otro condiciones favorables, hecho similar si te cambian por otro. Estas supuestas condiciones favorables podían ser físicas, psicológicas y hasta económicas. Entonces entendí, a uno no lo dejan o lo engañan por feo, bonito, misio, flaco o lo que sea, sino porque la fulana con la que compartí la cama vio en otro algo que no tengo, lo que me tranquilizó y pensé “no soy malo sino que ella es una golosa inconforme”
Bien, si esta característica es parte de la constitución de una mujer, pues imagino que se debe dar en mayor o menor medida, es decir de acuerdo a lo pelotudo que sea el tipo a dejar o engañar. Esta condicional o variable me ha dado también otra conclusión, y es que gracias a las mujeres que engañan o dejan por otro, los hombres terminamos dándonos cuenta que no somos diferentes, ya que en algún momento a ese sucesor o intruso le bailará el mismo ritmo; lo que me hace creer que en efecto Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, pero como somos medio tarados, creó a la mujer para que pudiéramos descubrir esta verdad.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrar